Salón de belleza

Recuerdo que cuando era pequeño y necesitaba un corte de pelo mis padres me llevaban a una peluquería infantil de moda y si me portaba bien era recompensado con un juguete.

Con el paso de los años fui convirtiéndome en un adolescente y lógicamente mi cuerpo no cabía en aquella coqueta y diminuta sillita, así que cuando necesitaba un corte de pelo tenía que ir a la peluquería, donde se recortan los hombres.

Hace unos días me vi precisado acompañar mi mamá al salón de belleza, de primera impresión estaba negado, en vista de que se las largas horas que suelen pasar cuando ella dice que va a al salón.

La experiencia fue interesante, dijo que sería bien breve en vista de que tan solo se lavaría el pelo. Jajaja, que iluso fui al creerle.

Al cabo de dos horas estaba sentado en el mismo sillón, observando todo aquel alboroto que hacían las mujeres, ya les cuento:

A la llegada de cada clienta la reciben con un grito, como si tuvieran años de no verla, la clienta pasa estación por estación saludando a las empleadas hasta llegar al área destinada para lavar la cabeza.

Un montón de mujeres hablando al mismo tiempo, con colores en la cabeza, rolos, pantalones remangados a la rodilla, en chancletas.  Más bien parecía una fiesta de disfraz.

Al paso de varios minutos pensé que era tiempo de que mi mamá estuviera lista, así que me asome para ver y para mi sorpresa estaba tomándose un café, charlando y aún con la cabeza sin lavar.

Pasó más o menos hora y media antes de que por fin se sentara en la estación para que le secaran el pelo con el blower y cuando vi que estaba seca me acerque para preguntar ¡ya nos vamos?

Si, en breve faltan las anchoítas.

Que creen, más de dos horas en un salón de belleza y sale con la cabeza llena de anchoítas y pinchos.

¡Cosas de mujeres!